
Ay, Sam, yo que pensaba que ya te habías perdido. Que te habías vendido. Que se te había ido la perola hacia la otra dirección. ¿Qué más podría pensar después de lo que hiciste con el simbionte? Si tu supuesto humor me sonrojó de la vergüenza ajena, si me convertiste en un fan locaza porque tu adaptación no fue mala, sino paupérrima o mucho peor.